JOSÉ Mª. PINILLA (Barcelona, 1951). Poeta, editor y autor de varios libros de poesía, entre los que destacan: En tránsito (2002), Renacer (2003), Terraza de verano (2004), Umbral de tolerancia (2006), Los subtítulos del corsario (2007), Las palabras del náufrago (2007), El libro de las excusas (2007) y Erratas de fe (2007). Presente en diversas antologías, su obra ha sido reconocida con varios premios.
POÉTICA: La Poesía no se hace con ideas, sino con palabras, como ya escribiera Hierro a Degas, con la anuencia de Mallarmé. La idea toma otro sentido, otra forma... Significante y significado nos conducen hasta el verso de los dioses, que repitiera Valèry desde el simbolismo. Antes de que captemos el sentido, la palabra cautiva.
La lectura poética debe ser subjetiva: antes que las palabras, nos pueblan sentimientos. El poema es creación, y como tal no se atiene a más reglas que a sí mismo. El verdadero poema puede carecer de sentido, y nada sería, sin ese riesgo. Como un golpe de dados o un corte de baraja que, a mitad de trayecto, pronuncia una palabra nunca escrita.
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La polilla de la inocencia
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Porque bebimos cucharadas de álgebra
entre nubes de colores,
el escaleno y la esfera alborotaban
el agua dormida de las pizarras.
La circunferencia era una mentira de lluvia,
confundimos adverbios con pronombres
y la aritmética bostezaba
ante el párpado rojizo de la mañana.

Porque el recreo traía gotas de nieve azucarada
y disimulos de niña soplando granos de arroz,
la tarde nos llenaba los dedos
de tinta china, cerrando pupitres
y compases, al abrigo de la pausa,
mientras natillas y dulces de leche
volvían libros del revés.

Porque era la época del alma,
y aún lejana
la linterna de las cuentas vencidas
y el centro inmóvil del fracaso.
El secreto nocturno de la pasión por un libro,
los eclipses de luna
y el reloj de los préstamos.

¿Por qué colgamos la inocencia
en un armario?
Las polillas siempre arañan
el silencio de la ropa abandonada.
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***************Del libro En tránsito (Barcelona, Atenas, 2002)
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¿Dónde estás?
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Considerando que nos movemos por impulsos,
antes de andarse
era el camino;
y tu frase llega desnuda, tan sin voz
ni maquillaje,
rasgando la noche
entre dos chasquidos despiertos,
a encender la pupila del mensaje:
¿Dónde estás?

Y la pregunta,
esa pregunta,
se convierte en instrumento esencial,
en justo equilibrio,
un marco de principios generales
para el silogismo del amor.

Los colores de la ausencia se disuelven,
igual que un nada que lo fuera todo,
y es en ese instante, todavía,
cuando las penas transeúntes del olvido
vuelven a casa cabizbajas,
como sombras de lo que fueron.
¿Dónde estás?

Y apareces tú, detrás de la palabra,
vestida de blanco,
con el perfume que da la libertad,
amante, amada,
en el borde dulce del miedo ausente,
juntando las partículas de un mañana
en busca del después.

Es la frase, sin respuesta inminente,
una llamada de auxilio
en el bosque del silencio
y una lágrima hueca que nace
en la esquina exacta de tu nombre.

Dime,
dime dónde estás.
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***************Del libro Renacer (Barcelona, Atenas, 2003)
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Amándote, ignoro
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Las manos de la mar envejecen por devotas
y hay gente que ni siquiera ve su cuerpo
ni su pelo alborotado en pesadumbre;
en modo alguno. Casi cerca
las claras olas del olvido
suman y restan presagios mentalmente,
hasta agotar de refranes su aritmética
de muecas calladas y suspiros.

A lo mejor, es el claro azote de la piel
que nace de hora en hora
y se santigua, antes de la muerte,
entre los ojos y el alma,
los dos puntos y la coma, el ayer o el después.
los medios días y el disturbio,
la soledad, la historia y los caminos...

Por eso amo el acertijo imperfecto
y los zapatos rotos del idiota,
bebedores de lluvia como si de rioja se tratara,
el santo que no llega,
los pobres locos que inventan ilusiones,
los incendios que se enamoran del agua
y a quien celebra el cumpleaños tan solo que se asusta.

Amo las cerillas que no queman
y las uñas pintadas del profeta
y la sed que tiene el amuleto
para seguir siendo tan sólo un amuleto.

Y amo el trabajo mientras dura
y al patrón que desquicia mi salario.
La vergüenza y la pena y los ruidos de la noche
y también a quien roba sin sombrero.

Amo el final de una película
y la espalda de mi amante;
amo mi niñez y amo las espinas,
amo los llantos que perdieron el honor
y el honor que suena a sobresalto.

Amo el silencio sin respuesta
y las incógnitas de la pregunta improcedente,
amo el día y las horas compartidas.

Y de tanto amar, a veces, ignoro
que los ángeles no sangran, no lloran ni se caen,
sin alas ni venas.

Ni siquiera tienen sexo.
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***************Del libro Umbral de tolerancia (Barcelona, Atenas, 2003)
***************Accésit premio Carta Puebla de poesía, 2006
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Todo mi sacrificio es la palabra:

andar a tientas,
en el cálculo nefasto del valor de cada frase conseguida;
guardar el secreto en una plica,
como se guardan los truenos y se archivan tempestades
o se borra el camino que dejaron los insectos
y se apaga el sonido atroz
que destraba la caballería
entre la bala, el trueno y el galope.
Ahora, todo el silencio se convierte de pronto en estandarte,
una pelea de gallos, una bitácora de endechas,
resuelta con brasas de viento y lluvia;
un talismán, una piedra tan imposible, como la herida sobre el tiempo,
como esa cifra exacta que regula
cada instante aleatorio,
uno por uno, el eco de los pasos
que asume la marea,
ese color de espejo, de aguas abiertas como manos;
ese blanco de arena,
tan blanco como el alma que despierta
al impermeable bautismo del olvido.
Todo mi sacrificio es la palabra que me falta,
un rumor de constelaciones,
donde cada ciclo
repite siempre sus cadenas y adulterios,
letra a letra, como una conspiración o un desencanto.

Un aullido de gatos en celo
se pasea por los patios y los viejos muebles,
obstruye las cañerías
con el grito de las mentiras que estrangula,
asfixiando las paredes y su entorno.
Y aún nos quedan las sombras y rincones,
las azoteas,
el viejo tranvía renovado,
ese grifo y su sonido afónico que nos persigue,
mientras, en el mar de la duda va cayendo la noche,
con sus aristas de amante reposado.
Masa de agua y de cielo,
extracto de rocas y de asfalto,
bandadas de gaviotas, sobre el papel.
Todo mi sacrificio es la palabra
y ese mar que revela imperfecciones.

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***************De Libro de las excusas (Madrid, Vitruvio, 2007)
***************XII Premio “Luys de Santamarina”, Ciudad de Cieza (Murcia),de Poesía, 2007.

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URIEL GARRÁN. Nacido un otoño, sobre el mil novecientos ochenta y tantos. A la edad de dieciocho años ni siquiera había terminado el Bachillerato. Panteísta, cliente semanal de la taberna de Platón, estudiante fatídico y devorador de libros existenciales, no llegó aún a completar algún Ciclo formativo de interés o mérito académico alguno. Jamás ha publicado ninguno de sus cuentos, poemas, reflexiones, ensayos o exposiciones, más allá de diversos fotologs, esflogs o myspaces y otros lugares de Internet sin importancia. Actualmente, imparte clases de moralidad, ética, mitología, autocompasión y filosofía (entre otras), de forma gratuita, a sus amigos y compañeros, mientras, probablemente, esté trabajando en algún ensayo, poema, cuento o algo que merezca la pena escribir (como todos los días) o buscando material para los mismos.
POÉTICA: ¿Poesía? ¿Por qué me pides que te hable de poesía? Podría decirte muchas cosas, pero en esencia, si de verdad quieres saber lo que es, te diré que la auténtica poesía se escribe en el viento y lo que queda en el papel es sólo su sombra.
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Ay, Diosa de pequeño Corazón,
¿aún juegas con tus listas de hombres perdidos?
Me digno Yo a contarte que la marea que me mandas
se pierde antes de llegar a mis ojos,
¡los que no te atreves a mirar!

¿Acaso tienes algo que negarme?

Quizás sea por mis historias de amor,
de las que siempre supe recordar sonrisas,
menos cuando me acuerdo y te descubro
entre maleza, a las que doy demasiadas vueltas,
creo yo...

Pero desde el momento en que me levanto
se me olvida el caparazón, salgo volando
y, casi sin darme cuenta, veo mis pies en el suelo.

¡Los tuyos en el cielo! Y casi de raso, beso el suelo.
Pierdo el Honor y dos costillas, cuando veo que ya no brillas.
Entonces me quito el sombrero...

Para verte caer.
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En el abismo
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A todos aquellos juzgaba, a tantos como rostros recordaba,
y estaba yo en lo más profundo, en las cavernas del abismo,
ante los pilares de arena que sostienen el infierno,
cuando tembló un poco el techo y se quebraron las cornisas.

Cayeron gotas. ¿Que demonio, leviatán o dios infernal
podría estar provocando tal catástrofe? Huí corriendo,
temía que todo de repente se fuera a derrumbar,
éste no era mi pacto; yo había pedido paz, tiempo para pensar,
soledad en lo inmenso para cuidar lo que quedaba de mi alma.

¿Quién se atrevía?
¿Qué, tan osado como para perturbar mi trato con la propia muerte?

Encontré refugio en otra sala, sellé las puertas de piedra
y volvió el silencio,
pero un suspiro agradecido me trajo un mal recuerdo;
estaba solo ¡y el cofre de mi espíritu había quedado allí!
Tenía miedo,
era posible que la sala contigua se derrumbara de un instante a otro,
pero no podía dejarla allí, no podía perder lo único que me quedaba.
Intenté mover las puertas, pero no tenía fuerzas. Una y otra vez,
pero no era suficiente, ¡no cedían, no se movían!

La desesperación comenzó a invadirme y, junto a las puertas, lloré,
hasta que caí, exhausto, al suelo.
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*******************Para Bea
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Cruza el cielo
con sus pies descalzos
y no quiere ver la tierra
y no quiere ver el suelo
ni sus flores
ni sus aguas
ni sus pisadas...

El viento le va clareando
el rostro en la mañana,
por la que siempre anda
por no perder la ilusión.

Y, mientras camina,
siembra sueños de amor
entre las nubes que la cubren,
por no caerse de gravidez,
que le esconde el corazón.

Es mi ángel que gotea
desde su frente hasta mí
la más fría de las mareas,
que despierte mi sentir
como a las flores el rocío
o al pájaro la brisa.

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JUAN JOSÉ TÉLLEZ nació a 5 de noviembre de 1958 en Algeciras. Periodista, narrador y ensayista, ha publicado siete libros de poemas. Crónicas Urbanas (1979), Medina y otras memorias (1981), Ciudad sumergida (1985), Bambú (1987), Daiquiri (1989), Trasatlántico (2000) y Las causas perdidas (2005). Sus seis primeros libros fueron reunidos en 2006 bajo el título de Ciudadelas y sextantes.
POETICA: Entre el charco y la biblioteca, a bocajarro y a contracorriente. Los versos son memoria pero también emociones, la intuición del rayo, las altas pasiones y los altos instintos, entre la baja sociedad y los bajos hornos. Palabra en el contratiempo, la voz sin tribu.
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El peso del mundo
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Más allá de los desastres y de las obras maestras,
de asesinos famosos y de bodas reales,
hay un rastro de gestos que el mundo ya ha perdido:
la mujer del cántaro, el escriba sin nombre,
el torpe beso que hubo en la estación de trenes,
los ojos del labriego que pierde la cosecha,
el olor a brea de un puerto tenebroso,
la humilde tienda verde que abría los domingos,
las huellas en la playa audaz de algún verano
o la sombra de unos padres que aún viven en mi infancia.

Perdurarán los discursos escritos en papel moneda,
pero nadie anotará nunca sobre los libros mayores
la fecha del anillo de una novia sin dicha
o la duda que temblaba entre los labios de un hombre
a punto de morir con más pena que gloria.

No levantarán arcos del triunfo en los suburbios obreros
ni crecerán pirámides sobre el balcón de los geranios.
y los alegres escolares no recitarán a coro
el número de veces que nos hemos embriagado.
No habrá ninguna calle que lleve nuestros nombres
porque nosotros sabemos en cual de todas ellas
estuvimos a punto de ser casi felices.

El peso del mundo es tu cuerpo temblando en mi memoria.
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Lolita
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Avanza, Lolita, pasa al dormitorio:
las paredes son ocres pero dan al mar abierto
y el suelo cruje a veces en mitad de las sombras,
como presintiendo que la gata es un puma.

Bienvenida, muchacha, la de las piernas jóvenes,
a este libro usado que luce tinta fresca,
como páginas de un árbol de raíces carnívoras,
que comen de tu mano y gimen si te escapas.

Acomódate, ya sabes que no hay llaves adentro,
que el vendaval destroza los sucios almanaques
y el tiempo apenas corre al compás de un reloj
que sólo da la hora de tu último capricho.

Sin miedo, muñeca, orea las alcobas,
abre el tapaluz, enciende los candiles
de la calle que lleva hacia el serio casino
en donde muere la gente de los buenos modales.

Adelante, pequeña, que en los largos armarios
de madera de roble hay ropa de sobra,
aunque el mundo prefiera besarte desnuda
en la amable velada del té de las cinco.

Abrázame, te aviso, que hay cuerda para rato,
una nevera a tope de importunas preguntas,
un bosque tupido de frondosas pasiones
y una lengua que sabe despertar a las niñas.

Conduce, si es que gustas, este coche de época
hacia un horizonte donde no haya garajes
ni damas elegantes que al vernos se sonrían:
“Ahí va con su hija, es todo un caballero”.
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Un escritor anciano lee a Pablo García Baena
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Hablabas, a menudo, de cantantes antiguos,
declamabas letanías –Impares, fila trece—
y decías que hubo un tiempo sin desdicha:
era la juventud, esa edad que no sabe.

Andabas, viejo amigo, como un tipo que busca
en un mueble de época la verdad de hoy día.
Las campanas aún tañen en tu alma a rebato,
celebrando que el mar no reclame tu nombre
como antes convocase a aquellos muchachos
cuyo número hace mucho que ya no contesta.

Ciudades de interior y orillas litorales.
He ahí tu geografía: no le llames pasado.
Mascabas las palabras como un tabaco heroico
que besaba a la belleza en mitad de la noche.
Poeta, te llamaban en libros y en preguntas,
pero hablabas a menudo de cantantes antiguos.
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Las memorias del hombre Marlboro
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Todo aquello ocurrió, bien lo sabéis,
cuando el tabaco recorría las praderas
y la gente cabalgaba tras los sueños
como bisontes escapados de la muerte.

El miedo no se medía por barriles
ni el amor cotizaba en siemprevivas.
Hacía mucho infierno que duraba la guerra
y nadie parecía no ser el culpable.

Ahora como entonces y entonces como ahora,
si Dios existiera habría que deponerle.
Yo vivo en las ruinas de la ciudad de la derrota
y como el hombre Marlboro en los viejos anuncios
aguardo en mi caballo a que la noche caiga
con sus largas hogueras sobre un tiempo salvaje.
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Fútbol televisado en un bar de los 60
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Hombres turbios jugaban entonces al dominó
entre botellas largas y los goles del delantero centro.
Yo miraba sus manos enormes, los rostros que nunca habían visto el futuro,
mientras el centrocampista corría por el césped
junto a series de moda y anuncios de cerveza.
El humo de la sala, la máquina de los discos,
el barman enjuagaba los vasos y el balón
era un punto claro, casi una estrella errante
corriendo por la banda en un televisor en blanco y negro.
Más allá la calle, más allá la gente
era adulta y seria como aquel país terrible
en donde repicaban muertes, canciones de verano,
sucesos y enormes carteles de los cines,
donde la policía era el único juez de línea.
Fuimos los suburbios, lentos motocarros,
ojos sin orgullo contemplando una final de copa,
el aire del bochorno quemando el porvenir.
El tiempo de los sueños no era nuestra patria,
jamás logramos ser el capitán del equipo
y los árbitros tampoco nos dieron la razón.
Por entonces –recuerdo--, yo era un niño remoto,
pero creo que nunca tuve la vida por delante.
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ENFERO CARULO (ps. de Alicia Ruiz), licenciada en Bellas Artes y especialista en Retórica Visual. Actualmente investiga la interacción artística entre poesía y fotografía y la posibilidad de identificación entre ambas artes en un mismo soporte.
POÉTICA: La poesía, el arte, es la necesidad extrema de comunicar aquello que las palabras por sí solas no pueden expresar, la trasgresión de la realidad para abarcar mundos intangibles, la imitación de la inmensa y laberíntica naturaleza, la voracidad estética y sensible.
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Matar o morir
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Nunca hubiera dudado en darte abrazos
trepadores que tengo por sentidos
mientras mi alma me hablaba de tu zarza.
Pero nuestra clepsidra ya no es nada,
un vago viento apenas murmurado,
un desdecir mellado de distancia,
el zozobrar de un pecio a la deriva.
Cómo ves que se pierde
buscando un horizonte de cenizas.
Cómo miras callado
perforando fatal en tu tristeza.
Cómo miro tu rostro,
cómo miro,
con cielos muy nublados hacia adentro.
Te aferraste a esos cielos desde el fondo
del martirio de vida que te infliges
y todo era tormenta,
y todo era residuo,
y todo se implantaba en sacrificio
de anticipos de muerte silenciosa.
Ahora ya te moriste
y no puedo saber si estás contento.

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Mi calle
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Mi calle es un erial, sencillamente
un reguero de arena y de despojos
abiertos como heridas descarnadas
que ya no tienen voz de tanto grito.

Mi calle es solitaria,
tal vez es un desierto, una caverna,
un preguntar tan yermo sin respuestas,
como aquel que está loco y no es oído.

Retrocede despacio y abatida,
finge un eco de mar desobediente,
es abandono, sed, ida sin vuelta,
mi calle es lo que hay fuera de mi casa.
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Hogar
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Me da miedo volver
y encontrar extinguidos los aleros,
las tejas apagadas
sin el fuego que ayer las envolvía.

Sólo siento un temblor inexplicable
cuando evoco mi casa
y la deseo intacta
navegando cual barca en la colina
que antaño la mecía entre sus piedras.

Puedo verla vibrando sobre nubes,
silbando por la hierba
con ese gesto inútil de los niños
por ser siempre felices.

Pero temo el regreso emocionado
de volver a encender la chimenea
y apretarme en abrazos con mi cama.
Temo ser la de siempre,
aquella que no tiene domicilio.
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Mi casa
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En mi casa hay macetas con aromas
de manos y calor, comprometidas.
Como sábanas, pétalos dorados
abiertos sobre labios con sonrisas.

Es mi casa gentil, le pertenezco
como una propiedad que se dispersa
entre gentes de humor de golondrina
y sabe que la tarde le entumece.

Detrás de las ventanas gira un río
fabricado de cuerdas que se agitan
al ritmo de la música de un tiempo
donde un año de luz está previsto.

Y no falta la alfombra en esta casa
donde alumbra un fulgor indefinido,
así puedo tumbarme en sus entrañas
y escaparme al confín de sus silencios.

Allá donde el albatros reina un día
o un tigre difumina en los papeles
los límites del verde imperturbable
y un macizo de flores es caricia.
Está abierta mi casa para el mundo,
no conoce lo hostil del ser humano
porque cree todavía en la existencia
del arte de saberse pasajero.

La miro emocionada y me pregunto
qué habrá en esa inocencia que me embarga.
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Estar sola es no estarlo
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Cuando sé que estoy sola, desmenuzo
el polvo que me queda entre los dedos
como leyes caducas, inservibles.
Y me estiro a lo largo de la cama
aunque me halle muy lejos de la alfombra
que soporta mis pies al levantarme.

Deslizo la cortina haciendo islas
que serán por instantes un planeta
desligado a segundos o milímetros.
Y siento todo inútil, excitante
por no tener sentido, sin embargo,
cómo me gusta el tiempo estando a solas.

Es cuando ciertamente estoy contigo.
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JOSÉ ANTONIO SÁEZ nació en Albox (Almería), España, en 1957. Es profesor de Lengua Castellana y Literatura en Enseñanza Secundaria. Ha publicado los libros de poesía Vulnerado arcángel (1983), La visión de arena (1987 y 1988), Árbol de iluminados (1991), Las aves que se fueron (1995), Libro del desvalimiento (1997), Liturgia para desposeídos (2001), La edad de la ceniza (2003), Lugar de toda ausencia (2005) y Las Capitulaciones (2007).
POÉTICA: Hoy más que nunca, la poesía es un método de conocimiento y de búsqueda personales, un espacio de libertad y dignidad para exiliados en una sociedad decadente y en un mundo a la deriva. Hoy más que nunca, la poesía llama a las puertas de la lucidez y a la conciencia de nuestra fragilidad; pues no otra cosa somos sino seres en el tiempo.
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Sol de Portocarrero
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Cuando entendió que la hora de su muerte
se acercaba, pidió a los suyos
que no entregasen su cuerpo a una tierra
extraña y desabrida,
que lo trasladasen a aquel rincón
del sur donde habían nacido
sus mayores y en donde reposaban
los huesos de sus padres.

“Exige mi cuerpo –explicó entre lágrimas-,
la humildad de mi patria
sedienta, el sol que agosta las cosechas,
la cal que blanquea los nichos,
la luz espejeando en los geranios”.
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Advertencia
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Si un día fuiste joven y dejaste
pasar tu juventud porque abundaba,
derrochando las horas como un vino
que se degusta a sorbos espaciados:

¿por qué, entonces, te lamentas de que fuese
tan breve aquello que dilapidaste
generoso, con suprema inconsciencia,
dueño de tan implacable fortuna?
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Materia declinante
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Cuerpo mío, carne mía dolida,
ultrajada por el tiempo enemigo:
cómo me vas dejando, inerme, frente
a la devastación, frente a la nada...

Aún late en tu aliento la presencia
que delata cuanto de esplendor hubo
en la radiante edad que percibías,
enfrentando la fruta de unos trémulos
labios, estallando en el ascua viva
de los miembros gozosos.
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Hoplita agonizante
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Pues se le viene despoblando el alma
de una rara tristeza que adormece,
recoge los jirones en la niebla
humeante del espacio dispuesto
y carga con sus restos como un fardo.

Fue tan breve la víspera y más dulce
la luz de su caricia en las mejillas
rojas por el fragor de la batalla.

La mano que sobre el rostro despliega
el suavísimo roce acompasado,
los dedos que trenzaran los áureos
rizos y deslizan su lento aroma
por el perfil labrado de la frente,
en amoroso gesto complacido:
dispuesto está para rendir su acero
aquél cuyo cuerpo se inclina a tierra.

Le oprime la coraza el perfilado
torso sangrante y, de sus labios mustios
brotan, mudas, las palabras certeras:
“Hacia ti me encamino, incandescente
oblea solar que allá en lo alto me urges
con tu soflama fúnebre y celeste.
A ti mi ser, linterna de los hombres”.
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Primeras lluvias de otoño
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Ya las lentas colinas ascienden
en el aire hacia el sol del ocaso.

La luz las envuelve y difumina
su perfil a lomos de las sombras.

Llegan nubes de paso y las miro
sumido en decadente tristeza.

Algunas más oscuras espantan
las torcaces en pos de un refugio.

Se inicia el concierto de las gotas
primeras empapando la tierra.

Arrecian los acordes y fluyen
regatos por las calles vacías.

Los aleros destilan el agua
recogida al vuelo de las tejas.

Se ha vestido de luto la bóveda
celeste. De luto, el corazón.

De nuevo estás en mí, otoño, hermano,
la más mía de las estaciones.
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ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN (Benalup-Casas Viejas, Cádiz, 1973), es Licenciado en Filología Hispánica y trabaja como bibliotecario en su localidad. Ha publicado Entrevista con la palabra (Ayuntamiento de Benalup, 1997), Sueños de hadas sin hada madrina (Salobreña, Granada, Alhulia, 2003) y Monedas de papel (Cádiz, Diputación, 2006). Ha sido columnista del Diario de Cádiz y lo es actualmente de La Janda Información, así como crítico literario en El Faro, de Motril. Participa como analista de textos literarios en el portal comentariosdelibros.com. Presidente de la asociación cultural Partenón o Ruinas de la palabra, codirige -junto a Francisco Alberto Sánchez Mazo-, la revista del mismo nombre.
POÉTICA: Para un escritor no hay tarea más compleja que tratar de definir su poesía, pues esa labor suele quedar en manos de los lectores a quienes uno se dirige con la esperanza de que, al menos, un verso se identifique con su estado de ánimo. Ya uno habla demasiado de sí mismo en sus poemas como para que tenga que hacerlo por partida doble en una poética. Me desnudo ante la mirada atenta de cualquier lector para que éste se defina en mis versos.
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Primavera
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Sueño con la melodía
antigua de una canción
que aún duerme en la memoria.
Le doy vueltas a la noria
del mundo y el mundo
no despierta, no se despereza
como un niño en los brazos de la cuna.

Poco a poco la mañana entreabre
sus hojas a los ojos de los versos.
Parpadean las palabras
en el fuego ciego de una guitarra,
cuando unos dedos traviesos
se entretienen en hacerle cosquillas
a la dormida panza de unas cuerdas.

Gime y gime el viento entre los acordes
de la música y cada vez que suena
se oye el ronquido sordo de un lamento.

Se han roto las ramas del silencio,
la rama verde de un alma en flor.
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Fantasmas
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Cuando todo llegue a su fin,
cuando la noche se derrame
sobre la luz de los amantes
y abra el telón a un nuevo día
y el eterno fantasma de otro cuerpo
a levantarse tienda
para entrar plenamente
en las hojas marchitas del recuerdo,
cuando la cama se despierte
y siga latiendo en un gesto
de despedida impreso
en los ojos miopes de un sueño,
cuando entren todos mis fantasmas,
háganme el favor de cerrar
la puerta.

¿Oyes el llanto de la lluvia?
¿No ves cómo se queja de algo
que de sus manos azules se escapa?
¿Cómo lanza sus gritos de granizo
a la intemperie con su llanto?
Se me escapa así el mundo de las manos.
Así revolotea en la distancia
un alma ausente totalmente,
a pesar de que el cuerpo lo desmienta.

Mi alma es una ciudad hermosa
con sus rincones en penumbra.
Mi cuerpo es un plano hecho a vuela pluma
con un sinfín de callejones
vivos en el olvido
y olvidados en las fuentes
anónimas de la memoria.

Me recuerda a Venecia
desnuda como agua que duerme
en el estanque misterioso
de la historia y sucia
como las huellas repetidas
del humano en cualquier escaparate.

Yo me encuentro perdido en este mundo
y me refugio bajo la sombra de una luz
que nunca ilumina el camino,
sino que me ciega del todo.
Deambulo ciego por entre
la carne de la tarde
a la espera de que la luna
se acerque a mí con disimulo,
me cuente los secretos de la noche
y me deje dormir tranquilo.

Deja que el otoño perenne
en el suelo se desparrame
como hoja seca que aún se resiste,
al quedar suspendida en los árboles,
a la horca de las ramas.

Deja ya de fingir
y espera a que los sueños
se hagan los dormidos,
a que el dormido se haga
el despierto por fin.
A que el ciego lo vea todo espera
y nada vea el vidente.

No busques ahora mi rostro
en el escaparate de los mares.
La juventud perdida
con la arena sí se entretuvo.

Un grito ronco que sobre el papel
se desmaya, derrama todo
su arsenal de belleza en un poema
y huyen las tardes persiguiendo sombras
que fueron luces antes.

Cuando entren todos mis fantasmas,
háganme el favor de cerrar
la puerta.
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Atlas
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A Ana Belén Lozano León
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Tu desnudez no se acota
en los relieves de un atlas,
sino en la memoria dactilar
de mis dedos, en la sed
de mi lengua trepadora,
en el eco borracho de un beso.

Si pudiera entretenerme
con las horas del pasado,
al abismo de tus ojos
me habría lanzado,
al abismo de mis miedos
esperando a que me mate
o abriendo una puerta
donde de nuevo morir.

Que ésta sea la última
habitación en la que me encierro.
Cansado estoy de tirar
puertas y puertas al suelo.

Déjame entrar en tu cuarto.
Jamás salgas a la calle
y me dejes con ese barato
perfume que huele a recuerdo usado.

Por favor cierra los ojos
y quédate ya conmigo.
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Racismo
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Bajo la espuma borracha del mar
se tira una rubia a la piscina.
Se tiran a una rubia en la piscina.
¿Qué es? La cerveza de la risa.

Sobre la telaraña gaseosa de la oscuridad
se lanza una negra con gafas de sol.
Se lanzan al sol unas gafas negras.
¿Qué es? La cocacola del dolor.

Tras el cristal líquido del algodón
se arroja una blanca al ombligo del mundo.
Se arroja el mundo al ombligo de la blanca.
¿Qué es? La leche de la fiesta.

Mala leche si uno es rubio.
Café con leche.
Mala leche si uno es negro.
Café solo y cargado.
Buena suerte de ser blanco.
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La incomprensión
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Era muy joven.
La flor de la inocencia
no había llegado a su otoño.
Cuando aún racismo
me sonaba a una manera cursi
de decir racimo.
Los hombres eran un conjunto
de racimos que respondían
al nombre moderno de sociedades
y las sociedades una armonía
conjuntada de hombros.

Era demasiado joven para comprender
que aún no había nacido
y la muerte campaba a sus anchas
en la alfombra ensangrentada de mi cuna.

Todo presagiaba ese fin.
Un mendigo deshojaba
los pétalos crucificados de la muerte
a los 33 años.

Era el año 33.
Me di cuenta
de que los hombres eran abejas
que acudían a un racimo de uvas
para beber el licor ciego de la sangre.

Un lobo republicano jamás debe ser
el pastor de unas ovejas anarquistas.

Ojalá la muerte se pudiera contar
con los cinco dedos de la mano.

La historia no supo cuantificar las víctimas.

Había dos barajas.

La mano derecha y la izquierda
no se ponían de acuerdo.
Unos contaban con cinco,
y otros con Seisdedos.

Asesinada la paloma de la inocencia,
la escoba del tiempo
barre los escombros fusilados
de unas chozas antiguas,
recoge las cenizas de una Casas Viejas
desvencijadas por unos desalmados
que arrojaron sus colillas.

Todavía colean las colillas del tiempo.

Los disparos apuntan siempre
al hambre, a la barriga.

Los billetes están siempre blindados..


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ÁLVARO QUINTERO MEJÍA nace en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, Colombia (1959), donde se forma intelectualmente, al calor de los círculos literarios más importantes del país. Allí conocería la obra de poetas tan emblemáticos como José Asunción Silva, Raúl Gómez Jattin y, sobre todo, León de Greiff, a quien considera su maestro. Ha publicado los libros de poesía Manual de fiebres y presagios, Rueca de fábulas y Adán Ceniza. Es además autor de una selección de relatos El libro de los elementos.
POÉTICA: Soy el que cierra el puño, atrapa aire, y escribe. Así toda una vida acumulando aire y escribiendo en el cuerpo del día. Signos, sucesión de signos –tendidos en las cuerdas del patio- ceremonia matinal donde se orean las vocales, el alma se prepara a las más arduas mudanzas del lenguaje y el abecedario exhibe su mejor postura de cadáver.
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Muro
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Procuro levantar un muro propicio
para dejar constancia de mi errancia por el mundo.
Para dejar definitivamente saldado
cualquier resquicio de entusiasmo infundado.
Un muro como una casa del placer
donde las grietas acojan sin extrañeza
nuestras maneras incorregibles de cadáver.
Un muro, insisto, donde la vanidad elogie
la inutilidad de la imagen y la ciudad exalte
y convoque a los pobres de espíritu,
para que alimente la corrupción natural de la piedra
con los ademanes del poeta.
Donde la destreza de lo ruin declare
su apostolado en la tierra.
Muro de la ira. Muro de la saliva perfecta.
Muro de los excesos y de los esplendores.
Muro de las imprecaciones. Muro de ausencias.
Sueño de cal y lujuria. Sueño de pastor de sombras.
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Círculo
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Círculo perfecto
o el eterno retorno:
ni antes ni después,
ni Adán ni Eva,
ni afuera ni adentro,
ni él ni ella,
ni negro ni blanco,
ni cielo ni infierno,
ni noche ni día:
vida que repta prisionera
de una maleza de signos
a un muro de sombra.
Criatura devorada por el tiempo.
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Constantino
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Yo que recibí la revelación
como don del cielo, del agua y el tiempo.
Yo que elegí la pretérita ceguera de Homero
como guía de mi futura tiniebla
y entreví en la apretada escritura
de un libro de sueños
la sabiduría de la piedra
y el universo de la letra
que no se nombra.
Mi fe que nació de un instante
de duda de la creación
y de la luz que habló de una cruz a otra:
fui la parábola que azotó Oriente.
La metáfora que gobernó Roma.
La divinidad revelada en una moneda de hierro.
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Mercenarios
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Un sabor a oscura victoria
nos llena de coraje,
aunque sabemos que todo está perdido
como el viaje de regreso
que hemos emprendido.
Así seamos portadores de la leyenda
y de un puñado de monedas.
Así hayamos compartido la vigilia
con Menéalo alrededor de las hogueras.
Así nuestros ruegos de sangre y saqueo
hayan sido escuchados.
Así hayamos dejado nuestros
mejores bardos
atravesados por la lanza o el recuerdo.
Así nos aguarde Penélope en el puerto.
Así seamos Odiseo por un momento en el sueño
Sabemos que todo, irremediablemente, está perdido.
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CARLOS RIVERA (La Coronada, Córdoba, 1941). Licenciado en Filosofía y Letras, fue fundador del grupo Zubia. Ha publicado doce libros de poesía, entre los que destacan: Diario a bordo de una isla (1981), Discurso de espuma (1991), El verbo en la llaga (1992), Bella época (1993) y Mirando al mar que vuela (2004). Su obra ha sido antologada en varias ocasiones (La memoria y la sangre, Árbol de fuego, etc.). Colabora habitualmente en las páginas de opinión de Diario Córdoba. Alojado en www.elpelao.com/letras/index/php tiene una página personal y literaria en internet que lleva su nombre.
POÉTICA: Lo que empezó siendo, para mí, una temeridad de adolescencia, acabó por convertirse en la disciplinada mesura del buscador de un grial en una tierra incógnita de la que emana siempre una extraña e irrepetible música que seduce a los naúfragos.
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Ayer o Musa
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Fue una temeridad de adolescencia :
busqué el grial, leía entonces a Voltaire,
y como disciplina de la fatal mesura,
transgrediendo la lógica,
puse mis ojos en oscuros
enigmas del oráculo,
salté los muros del corazón,
recorrí los planetas del instinto
recogiendo las flores, criaturas matutinas,
de Rilke y Babilonia,
con la voluptuosa complacencia
del precursor, busqué el grial, conservo
todavía en los ojos el rastro inextinguible
de la insensible duración del ángel.
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******************************(De Discurso de espuma)
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Orden jónico
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Días le nace el corazón
de resinas del bosque de los sueños
y el lándano que canta, gota a gota,
vomita un ser azul.
Ni Pan toca la flauta,
ni las fuentes heridas conocen el secreto de su música,
mas el atisba las caderas del viento
que le traen praderas ondulantes
de mares jónicos,
Píndaro con sus labios libando ojos al abril
y el beso de Paris
inaugurando el acto de la vida
en el helado corazón de Helena.
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******************************(De Bella época)
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Desierto reinante
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De haber leído a Kant le queda un vago
olor a las cenizas
de la razón
si duerme el soplo del poema
si escancia de su vino
la delicada duda que aún sostiene
su presencia de espíritu
y si, reconciliado a la obediencia
sensible,
simula ser, repara lejanías
sin represalias,
confía sus secretos irreflexivos a quien siente
su distinción de miles gloriosus que retorna
de los campos de Troya sin más herida abierta
que la del corazón.
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******************************(De Bella época)
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El sueño de Coleridge
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Traía en la maleta de cartón
un genocidio de violines,
los zapatos con niebla de Atocha en el andén
del corazón.
Volvía a casa
con el salto delfíneo del poema en los ojos,
con los harapos de aquella melodía
del viejo Coleridge,
porque un día de marzo,
con la mirada vagamente en flor,
soñé que atravesaba el paraíso
y que mi mano ardía de una rosa
y que la rosa ardía de mis ojos
como una prueba irrefutable.
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******************************(De Discurso de espuma)
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Deambular
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Deambular
con la dialéctica evidente desnuda y sin papel donde ser luz
flipando con palabras que son como una fuente de locura
y bebiendo cerveza por todos los tugurios de la noche
y sintiendo la huella de mis antecesores monográmaticales
respirando el secreto de las sombras fugándome
violín o volador y deteniéndome
en pleno vuelo por la noche fragante de la calle Judíos
recordar que hace cientos de años que tengo este perfume
clavado entre los ojos
y no puedo, no debo revelarlo.
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ÁLVARO ALTOZANO. Se define, ante todo, como un artísta plástico: Como pintor y escultor he participado en varias exposiciones, tanto colectivas como individuales, destacando La casa de Asterión en Jerez de la Frontera. También he hecho incursiones en el mundo del cine, en la caverna platónica, con la realización de algunos cortometrajes. Como poeta soy autor de un único poemario, Donde tiembla mi voz, que escribí entre los quince y los veintitrés años. Escribir prosa es para mí, actualmente, jugar a ser el otro Asterión.
POÉTICA:
*************************POETA EN TIEMPOS DE PENURIA
*************Demasiado tarde para los dioses, demasiado temprano para el Ser.
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Ausencia
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********************recuérdame en alta mar...
************************Rafael Alberti
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Madre dime por qué padre
Lleva en su rostro la brisa
Lleva en sus venas la mar.

Madre dime por qué padre
Si nos quiere más que al mar
Olvida que le queremos.

Madre dime por qué padre
Ya no nos viene a avisar
Que se ha esposado de nuevo
Que se ha hecho novio del mar.

Madre dime por qué padre
Ya no vive con nosotros
Ahora vive con la mar.

Madre dime por qué padre
Ya no busca tu mejilla
Ya no te viene a besar.

Madre dime por qué padre
Lleva en su rostro la brisa
Lleva en sus venas la mar.
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Junto a la tumba de la amada
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********************ut liceat nobis tota perducere vita
********************aeternum hoc sanctae foedus amicitiae...
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Que la tierra te sea leve,
Que la senda que sigas no sea oscura.
Invocaré, Lesbia mía, a los dioses
Para que con sus ojos
Iluminen tu camino y no temas.

Que los dioses te guarden
Porque no viajes sola,
Que mi ofrenda en tu tumba
Se convierta en cadena
Que por siempre me anude a tu memoria.

Que aunque no veas el mundo
Yo tampoco lo veo.
Tu recuerdo aún naufraga en mis ojos
Y el torrente de lágrimas llega
Como perros ladrando.

Que la brisa se lleve mis palabras aladas,
Que mi cuerpo cansado, cuando vuelva a la tierra,
Se convierta en semilla de un árbol frondoso,
Junto al tuyo, mi amada, elevándose al cielo.
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Étude
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********************no more desire flayeth me...
*************************Ezra Pound
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Otros ojos me sueñan
Distintos de los tuyos.
Tu amor era ceniza,
Ceniza era tu amor.
Alguien te sueña en mí
Tras el verano,
Tras otro largo invierno.
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Estrella de la mañana
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********************no la boca sino el beso fue el crimen...
**************************Luis Eduardo Aute
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Eres tú la esperanza que renace
Con cada nuevo día,
El descanso del hombre
En la calma del mar.
Eres tú, sin saberlo, promesa eterna,
Palabra de perdón
Ante un mundo que acusa.
Eres tú la ciudad
Con mil luces de alegría
Que prepara mi llegada...
La locura del beso
En la boca sagrada.
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La flor muerta
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********************una flor muerta no es un cadáver de flor...
*******************************Novalis
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Sé luz
Para alumbrar un sueño;
Para invocar la hora
En que nos encontremos
Frente a otro mar,
En otra playa, lejos...
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SANDRA RUBIO (Jerez, 1983) Estudió Técnico Superior de Diseño Gráfico Publicitario en Escuela de Artes de Jerez (Cádiz), además de su formación complementaria con pintores como Luís Grajales. Como artista plástica, ha realizado más de una veintena de exposiciones, tanto individuales como colectivas. Dos de sus obras se exponen permanentemente en la Delegación de Juventud de Jerez. Ha publicado poemas en la Revista Literaria Amalgama, y en su blog literario El cuartito de pensar. Ha realizado diversas lecturas poéticas. Actualmente imparte clases de pintura en su estudio de Jerez.
POÉTICA: Pintamos porque la vida no basta, sentenciaba Barceló, y yo pinto y escribo porque la vida no basta, porque cuando lo hago, respiro mejor, me invade, una extraña sensación que me emociona, y es entonces cuando intuyo el latido profundo de la vida.


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La bañera


Mientras me baño en el invierno de tus años
se me enredan las algas, australes, de este recuerdo;
ya me vienen a llevar, como llovizna ingrata,
las morenas oscuras del arrepentimiento

a donde el verdín es dulce y dulcemente se fusila
el dolor desnudado en su nebulosa nacencia;
me acompañan peces muertos, y el balar de esta oleada
que narcotizan mis pasos, harapientos,

y una ahogada que me intuye, con el agua de los ojos
y muñecas de suicida en afluente ensangrentado;
el volumen del verdugo, como sombra que atraviesa
a castrarme la palabra, a tullirme el pensamiento.

Mientras me baño en el invierno de tus años
temblando en el letargo de tu cauce asilvestrado,
se me enredan las ganas, malsanas, de esta miseria
y me dejan mojada sin toalla ni argumento.
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Poesía


Está echada, entregada a mi cama, y de sus cabellos
un efluvio ensalitrado que en mi edredón se derrama
como un ejarbe, excitativo, en el ecuador de mi ventana
como evohé emputecido, enramada a mi almohada
y yo, me pierdo… en la esfericidad enfundada de su pecho de estío
una burbuja de estro, evanecida, efervescente, pende errátil
en eternal sueño. Yo grito: me muero, si te alejas
como decirte que eres la balsa que me faltan espacios
y sábanas extendidas y años y bocas para taparte,
cuando el búho cante, y el miedo me busque…
y yo de rodillas, contemplándote.
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Mendiga inminencia del invierno


Con tu boca de levante consentida
me besas y me sabes a cenicienta retama;
son tus ramas maldiciones de gitana
marabunta farisaica en letanía,

y tus pómulos la excusa al lirismo en demasía,
y tu cuerpo es un exceso, que me cubre, me amalgama,
busco en ti el sentido de la lluvia de mañana,
a través de la marea de tu entraña amanecida.
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Desfundación de la inocencia

******************************Quoth the Raven: Nevermore.
******************** **************Edgar Allan Poe

La intuí de repente, bajo el viburno esclarecido
por letárgicos rayos de pretérita luna,
a lo lejos, y más allá del espejo
y más aún de la verja que celaba la infancia,
**************************blanquecina y descalza,

**********************************se columpiaba.

Y entre las matas, el viento, terral, se revolvía,
se enredaba en su pelo ensortijado longevo
de terracota primitiva; y era mentira,
la risa encenizada en el vendaval de un momento,
**************************rodante y serena,

*******************************se deshacía.

Aunque algo ventral nos unía; tenue vestigio vertical
en balanceo etéreo, era el columpio
en soledumbre, mucho más tierno,
y veteaba el olvido por la vereda su ausencia que llaga,
**************************telúrica y perenne,


*******************************te esperaba.

*******************************(Me llamaban niña desguarecida, y tú,
*******************************no regresabas.)
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Conciencia


Pasar frío, y temblar.
Saber que se acerca el dolor.
Y mascarlo.
¿A dónde te llevó la evolución
**************y la revolución,
**************mi pequeña rumiante?

Mirar al cielo.
Tal vez.
Y la vaga conciencia
de que te cercan las sombras.
*****************Y esperar.
*****************Y esperarte.

******************************************************************Volver a: SUMARIO

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