.
.
DOLORS ALBEROLA (Sueca, Valencia, 1952) vive totalmente consagrada a la poesía, tras haber trabajado como procurador de los tribunales y periodista. De su obra, muy extensa, destacan Cementerio de nadas (1998), El medidor de cosas (1999), Conversaciones con Uriel (2001), El vagabundo de la calle Algarve (2002), El monte trémulo (2004), Juego de damas (2004), Esa mujer de Lot (2004), Acaso más allá (2006), El libro negro (2006) y Arte de perros (2006), recogidos parcialmente en el recuento antológico titulado De piedra y sombra (2006). Antologada por diversos autores y traducida a varios idiomas, su obra ha sido reconocida con numerosos premios.
POÉTICA: Decir qué es poesía actualmente es mucho más complicado que aseverar lo que no es. Siempre he sido una opositora, por lo que sigo un camino solitario y sin leyes. La poesía, educada y dignísima, me muestra en privado su rostro, de modo que la siento sin jamás delatarla.
.
.
.
.
Oración
.
.
Acércame a tus labios.
Hazme pequeña ahí. Desaparéceme.
.
.
.
.
Canto oscuro
.
.
Guárdate de la luz -decía el libro-.
Mira cómo los pájaros se ocultan
debajo de las nubes.
Así se encubre el tiempo. Vela tú
en las sombras tu sombra.

Observa que los árboles
abren grandes ramajes donde cubrir los trinos.
Tu mano es una espina,
fruto caído y terso de la luz.
Semilla de los versos. Gris luciérnaga
que precisa la noche en sus escritos.

Y guárdate del mar. Contrasta que su huella
vaga entre las escorias y deshace
los signos de los hombres.
No dejes que la muerte te persiga.
Eres su fruta amarga. Ve, con ella,
a la orilla del mundo y no toleres
que te mire de afuera, que te haga su enemiga.

Dolor y muerte son
las que engendran palabras en lo oscuro.
.
.
.
.
Motivo
.
.
Miro hacia los estantes
de este viejo despacho que contiene
tantas vidas, disueltas en palabras,
comprendidas en versos y comprendo
que el tiempo, pasajero, nos muestra su costumbre.
Todos seremos eso, al fin y al cabo
vinimos a dejar una huella. Cualquiera
que tome entre sus manos las palabras
encontrará el dolor,
aunque sea entre sílabas hermosas,
de un pasajero más, un viandante más,
un niño que perdió su último juguete.
Por eso no me atrevo
a transgredir, a veces, su silencio.
.
.
.
.
Sobre la creación
.
.
Un poema despierto en medio de la página
mira, grave, la mano, ve en los ojos,
se desnuda y pregunta qué va a ser de él.
A veces, las palabras, se temen a sí mismas,
se buscan tan a tientas entre la ceguedad,
caminan desnortadas por la mirada ajena.
Caen silentes, muertas, en un olvido amargo.
A veces, las palabras
se arrancan su no ser y van, sangrantes,
a exigirle al poeta su existencia.
.
.
.
.
Anaqueles
.
.
Cuánto dolor se encierra
detrás de un lomo estricto,
un color que va ajándose en el tiempo,
los títulos alegres o sombríos,
las páginas que se abren cuando el hombre
sabe que va a morir,
que es un mendigo triste, un triste reo,
un caminante efímero. O murió.
Cuánta amargura; pienso
si el dios podrá acercarse, sutilmente, a los libros,
podrá leer, escritos, los nombres de sus muertos,
dejar cansadamente contra el polvo
el polvo del olvido
o habrá de revivir, por siempre,
cada verso y sangrar,
sangrar por ambas manos. Cuánto miedo
se encierra en estas líneas
que contemplan los ojos de una muerta.
.
******************************************************************
Volver a: SUMARIO
.
__________________________________________________