.
.
.

ENFERO CARULO (ps. de Alicia Ruiz), licenciada en Bellas Artes y especialista en Retórica Visual. Actualmente investiga la interacción artística entre poesía y fotografía y la posibilidad de identificación entre ambas artes en un mismo soporte.
POÉTICA: La poesía, el arte, es la necesidad extrema de comunicar aquello que las palabras por sí solas no pueden expresar, la trasgresión de la realidad para abarcar mundos intangibles, la imitación de la inmensa y laberíntica naturaleza, la voracidad estética y sensible.
.
.
.
.
Matar o morir
.
.
Nunca hubiera dudado en darte abrazos
trepadores que tengo por sentidos
mientras mi alma me hablaba de tu zarza.
Pero nuestra clepsidra ya no es nada,
un vago viento apenas murmurado,
un desdecir mellado de distancia,
el zozobrar de un pecio a la deriva.
Cómo ves que se pierde
buscando un horizonte de cenizas.
Cómo miras callado
perforando fatal en tu tristeza.
Cómo miro tu rostro,
cómo miro,
con cielos muy nublados hacia adentro.
Te aferraste a esos cielos desde el fondo
del martirio de vida que te infliges
y todo era tormenta,
y todo era residuo,
y todo se implantaba en sacrificio
de anticipos de muerte silenciosa.
Ahora ya te moriste
y no puedo saber si estás contento.

.
.
.
Mi calle
.
.
Mi calle es un erial, sencillamente
un reguero de arena y de despojos
abiertos como heridas descarnadas
que ya no tienen voz de tanto grito.

Mi calle es solitaria,
tal vez es un desierto, una caverna,
un preguntar tan yermo sin respuestas,
como aquel que está loco y no es oído.

Retrocede despacio y abatida,
finge un eco de mar desobediente,
es abandono, sed, ida sin vuelta,
mi calle es lo que hay fuera de mi casa.
.
.
.
.
Hogar
.
.
Me da miedo volver
y encontrar extinguidos los aleros,
las tejas apagadas
sin el fuego que ayer las envolvía.

Sólo siento un temblor inexplicable
cuando evoco mi casa
y la deseo intacta
navegando cual barca en la colina
que antaño la mecía entre sus piedras.

Puedo verla vibrando sobre nubes,
silbando por la hierba
con ese gesto inútil de los niños
por ser siempre felices.

Pero temo el regreso emocionado
de volver a encender la chimenea
y apretarme en abrazos con mi cama.
Temo ser la de siempre,
aquella que no tiene domicilio.
.
.
.
.
Mi casa
.
.
En mi casa hay macetas con aromas
de manos y calor, comprometidas.
Como sábanas, pétalos dorados
abiertos sobre labios con sonrisas.

Es mi casa gentil, le pertenezco
como una propiedad que se dispersa
entre gentes de humor de golondrina
y sabe que la tarde le entumece.

Detrás de las ventanas gira un río
fabricado de cuerdas que se agitan
al ritmo de la música de un tiempo
donde un año de luz está previsto.

Y no falta la alfombra en esta casa
donde alumbra un fulgor indefinido,
así puedo tumbarme en sus entrañas
y escaparme al confín de sus silencios.

Allá donde el albatros reina un día
o un tigre difumina en los papeles
los límites del verde imperturbable
y un macizo de flores es caricia.
Está abierta mi casa para el mundo,
no conoce lo hostil del ser humano
porque cree todavía en la existencia
del arte de saberse pasajero.

La miro emocionada y me pregunto
qué habrá en esa inocencia que me embarga.
.
.
.
.
Estar sola es no estarlo
.
.
Cuando sé que estoy sola, desmenuzo
el polvo que me queda entre los dedos
como leyes caducas, inservibles.
Y me estiro a lo largo de la cama
aunque me halle muy lejos de la alfombra
que soporta mis pies al levantarme.

Deslizo la cortina haciendo islas
que serán por instantes un planeta
desligado a segundos o milímetros.
Y siento todo inútil, excitante
por no tener sentido, sin embargo,
cómo me gusta el tiempo estando a solas.

Es cuando ciertamente estoy contigo.
.

Volver a: SUMARIO

__________________________________________________